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terça-feira, 2 de fevereiro de 2010

La IV Flota en acción

La IV Flota en acción

Un portaaviones llamado Haití



Raúl Zibechi



ALAI AMLATINA, 01/02/2010.- La reacción de Estados Unidos de
militarizar la parte haitiana de la isla luego del devastador terremoto
del 12 de enero, debería enmarcarse dentro del contexto generado a raíz
de la crisis financiera y económica y el ascenso de Barack Obama a la
presidencia. Las tendencias de fondo ya estaban presentes pero la
crisis las ha acelerado de modo que han ganado visibilidad. Se trata de
la primera intervención de envergadura de la IV Flota, restablecida
poco tiempo atrás.



Con la crisis haitiana, la militarización de la relaciones entre
Estados Unidos y América Latina avanza un paso más, como parte de la
militarización de toda la política exterior de Washington. De ese modo,
la superpotencia en declive intenta retardar el proceso que la
convertirá en una potencia entre otras seis o siete en el mundo. La
intervención es tan desembozada, que el periódico oficialista chino
Diario del Pueblo (21 de enero) se pregunta si Estados Unidos pretende
incorporar a Haití como un estado más de la unión.



El diario chino recoge un análisis de la prestigiosa revista Time,
donde se asegura que “Haití ya se ha convertido en el 51º estado de los
Estados Unidos, y aún cuando no lo sea es por lo menos su patio
trasero”. En efecto, en apenas una semana el Pentágono había movilizado
hacia la isla un portaaviones, 33 aviones de socorro y numerosas naves
de guerra además de 11 mil soldados. La MINUSTAH, misión de la ONU para
la estabilización de Haití, tiene apenas 7 mil soldados. Según Folha de
Sao Paulo (20 de enero) Estados Unidos desplazó a Brasil de su lugar de
dirección de la intervención militar en la isla, ya que en pocas
semanas tendrá “doce veces más militares que Brasil en Haití”, llegando
hasta los 16 mil efectivos.



El mismo Diario del Pueblo, en un artículo sobre el “efecto
estadounidense” en el Caribe, asegura que la intervención militar de
ese país en Haití tendrá influencia en su estrategia en el Caribe y en
América Latina donde mantiene una importante confrontación con Cuba y
Venezuela. Esa región es, en la lectura de Beijing, “la puerta de su
patio trasero”, a la que busca “controlar estrechamente” para
“continuar alargando el radio de su influencia hacia el sur”.



Todo esto no es demasiado nuevo. Lo importante es que se inscribe en
una escalada que se inició con el golpe militar en Honduras y con los
acuerdos con Colombia para la utilización de siete bases en ese país.
Si a eso se le suma el uso de las cuatro bases que el presidente de
Panamá Ricardo Martinelli cedió a Washington en octubre, y las ya
existentes en Aruba y Curaçao (islas próximas a Venezuela
pertenecientes a Holanda), existen un total de trece bases rodeando el
proceso bolivariano. Ahora, además, consigue un enorme portaaviones en
el medio del Caribe.



Según Ignacio Ramonet, en Le Monde Diplomatique de enero, “todo anuncia
una agresión inminente”. No parece ese por cierto el escenario más
probable, aunque sí pueden concluirse dos cuestiones: que Estados
Unidos optó por el militarismo para paliar su declive y que necesita
del petróleo de Colombia, Ecuador y sobre todo de Venezuela para
afianzar su situación hegemónica o, por lo menos, hacer más lento el
declive. Sin embargo las cosas no son tan simples.



Para el mensuario francés, “la clave está en Caracas”. Sí y no. Sí
porque, en efecto, el 15% de las importaciones de petróleo de Estados
Unidos provienen de Colombia, Venezuela y Ecuador, porcentaje que
iguala la cantidad importada de Oriente Medio. Además, Venezuela va
camino de convertirse en la mayor reserva de crudo del planeta luego
que se certifiquen las reservas de la Faja del Orinoco descubiertas
recientemente. Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, serían el
doble de las de Arabia Saudí. Todo esto sería suficiente para que
Washington deseara, como desea, sustituir a Hugo Chávez al frente del
proceso bolivariano.



A mi modo de ver, el problema central para la hegemonía estadounidense
en el “patio trasero” es Brasil. El petróleo bajo tierra es una riqueza
importante. Pero hay que extraerlo y transportarlo, lo que demanda
inversiones, o sea estabilidad política. Brasil es ya una potencia
global, el segundo de los países del BRIC (Brasil, Rusia, India, China)
en importancia detrás de China. De los diez mayores bancos del mundo,
tres son brasileños (y cinco chinos), pero ya ninguno procede de
Estados Unidos ni de Inglaterra. Brasil tiene las sextas reservas de
uranio del mundo (cuando sólo el 25% de su territorio ha sido
investigado) y estará entre las cinco mayores reservas de petróleo
cuando se termine la prospección en la cuenca de Santos. Las
multinacionales brasileñas figuran entre las mayores del mundo: Vale do
Rio Doce es la segunda minera y la primera en mineral de hierro;
Petrobras es la cuarta petrolera del mundo y la quinta empresa global
por su valor de mercado; Embraer es la tercera aeronáutica detrás solo
de Boeing y Airbus; JBS Friboi es el primer frigorífico de carne vacuna
del mundo; Braskem es la octava petroquímica del planeta. Y se podría
seguir largo rato.



A diferencia de China, Brasil es autosuficiente en materia de energía y
será un gran exportador. Su mayor vulnerabilidad, la militar, está en
vías de ser superada gracias a la asociación estratégica con Francia:
en la década que acaba de comenzar, Brasil fabricará aviones caza de
última generación, helicópteros de combate y submarinos ya que Francia
le transferirá las tecnologías necesarias. Hacia 2020, si no antes,
será la quinta economía del planeta. Y todo eso sucede en las narices
de Estados Unidos.



Allí Brasil ya controla buena parte del Producto Bruto Interno de
Bolivia, Paraguay y Uruguay, tiene una presencia muy firme en
Argentina, de la que es un socio estratégico, así como en Ecuador y
Perú, que le facilitan la salida al Pacífico. Ahí está el hueso más
duro para la IV Flota. Véase que el Pentágono ha diseñado para Brasil
la misma estrategia que le aplica a China: generarle conflictos en sus
fronteras para impedirle despegar. Corea del Norte, Afganistán y
Pakistán, además de la desestabilización de la provincia de mayoría
musulmana de Xinjiang.



En Sudamérica, un rosario de instalaciones militares del Comando Sur
rodea Brasil por la región andina y el sur. La tenaza se cierra con el
conflicto Colombia-Venezuela y Colombia-Ecuador. Ahora contará con el
portaaviones haitiano, desplazando de esa isla la importante presencia
brasileña al frente de la MINUSTAH. Es una estrategia de hierro,
fríamente calculada y rápidamente ejecutada.



El problema que enfrentan las naciones y los pueblos de la región, es
que las catástrofes naturales serán la moneda corriente en las próximas
décadas. Esto es apenas el comienzo. La IV Flota será la porción
militar más experimentada y mejor preparada para intervenciones
“humanitarias” en situaciones de emergencia. Haití no será la excepción
sino el primer capítulo de una nueva serie pautada por el
posicionamiento militar en toda la región. Dicho de otro modo: los
latinoamericanos estamos en serio peligro, y es hora de que vayamos
tomando nota.


Um comentário:

Bruno Caccavelli disse...

A 4ª frota só vem a manter um tipo de política eterna estadunidense, ocupar e anexar, não?